Soy sumisa, he
nacido siendo sumisa, me siento cada día más orgullosa de ser sumisa, de haber
abierto esa puerta en la oscuridad, que ha dado claridad a mi vida.
La sumisión no
trata sobre látigos, cadenas, cuerdas y azotes, Es algo profundo, mucho más profundo,
Tan profundo que los lazos mentales son casi imposibles de romper una vez atados...
Tan profundo que los lazos mentales son casi imposibles de romper una vez atados...
Una sumisa no se
hace, ser sumisa se lleva en la sangre, una sumisa que “se hace”, nunca será
una autentica sumisa, nunca albergará en su interior los placeres de la
verdadera sumisión, de la verdadera entrega.
Un día, me
descubrí, e inicie mi camino por este sendero, lleno de piedras, de baches, de
dificultades, de millones de cosas, buenas y malas, hermosas y tristes, pero
muy satisfactorias.
Sólo una sumisa,
podrá entender y comprender a otra sumisa. Claro que un Dominante, también va a
entender a una sumisa.
El Dominante,
igual que la sumisa, nace, aunque, siempre podemos encontrar los “que se
hacen”, pero al final, eso no es lo que una verdadera sumisa necesita.
Soy sumisa, y no
por ello, soy menos mujer que una vainilla.
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